Sauzon.










Amanece un día realmente feo. Muy cerrado y nubes negras en el horizonte. Parece que va a llover, incluso oímos lejanos truenos. Pero hay que partir, para cruzar el paso de Tegnouse con la marea bajando. Es el punto más delicado de nuestro viaje y encima con el peor día desde que llegamos en todos los aspectos. A escasas millas de nuestra partida, ya empiezan a caer las primeras gotas. El mar está también diferente. El color azul del agua y el perfecto viento del Norte, ha dejado paso a un agua negra y a un racheado viento del Este, que ha generado olas de más de dos metros. Lo más sorprendente, como siempre, los literalmente cientos de barcos navegando que vemos. Carolina hace en esta travesía de patrona, y además de disfrutar navegando se gana la pulsera azul. No disfrutaron igual las demás chicas especialmente cuando los truenos y relámpagos nos rodeaban mientras virábamos al Oeste en el paso de la Tegnouse. Finalmente llegamos al puerto de Sauzón en Belle-Ille, donde amarramos abarloados a una bolla. Allí amarrados comimos mientras fuera no paraba de llover, y pasamos la tarde más incomodas y desagradable que recuerdo en el barco. Gracias a Dios, a eso de las 6 empezó a salir el sol y pudimos bajarnos con el chinchorro al pequeño pueblo. Poco a poco el tiempo mejoraba, empeorar era imposible y pudimos disfrutar de un agradable paseo por las calles de Sauzón. El pueblo no cuenta con puerto, es tan solo un espigón sobre una ría, la cual se queda sin agua en la marea baja. Allí los barcos sin orza o “derives” se posan tranquilamente sobre la arena en una curiosa estampa, y permanecen amarrados a grandes boyas en las que se concentran hasta 6 barcos abarloados. Nosotros permanecemos de esta peculiar forma fondeados, medianamente protegidos por el muro del puerto de las olas que genera el incesante viento. Pasamos una incomoda noche que a pesar de sin duda ser muy bonito, no me hace tener el mejor recuerdo de Sauzón.