Ribadesella - San Vicente de la Barquera
Partimos bien pronto, a las 7 de la mañana, esto no son horas, pero había que aprovechar la marea. El mar era una balsa de aceite, nada de viento. Pero el paisaje era espectacular, con los Picos de Europa al fondo. Se distinguían perfectamente el Naranjo de Bulnes, Urriellu, Collado Jermoso, etc. Las fotos no hacen justicia en absoluto a la belleza de la postal que teníamos frente a nosotros. Incluso la costa, con sus acantilados y sus calas era preciosa. Sin duda alguna y con mucha diferencia el tramo más bonito de todo el viaje. Especialmente los alrededores de Celorio y LLanes, con sus peñones y calas. En una de ellas paramos a comer y a disfrutarla buceando y nadando. En cuanto este acabado el puerto de LLanes, será un muy buen plan de fin de semana largo escaparse desde Santander a esta sorprendente zona.
A media tarde llegamos a San Vicente. Allí nos amarramos al muelle y al principio bien, cómodos, pero a medida que la marea bajaba, y crecía su fuerza y corriente, la situación empeoraba. Era tan fuerte la corriente, yo creo que superaba de largo los 5 nudos, que no nos dejaba los barcos quietos y no nos atrevimos a salir a cenar, nos quedamos en el barco vigilantes. Asustaba la fuerza de la corriente y la tensión que transmitía a los amarres. Así que los 6 o 7 barcos que allí estábamos permanecimos en alerta hasta la media noche, cuando la fuerza de la corriente comenzó a disminuir. Que pena que esta bonita zona rechace el turismo náutico y permanezca de espaldas a tan buena fuente de ingresos. Luego nos quejamos...
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