Port Haliguen.











Amanece un precioso día en el puerto de la Trinite. El sol brilla desde primera hora y va disipando una mística bruma que brotaba llena de magia desde el agua y nos mostraba una inolvidable imagen del puerto. Tras el obligado paseo hasta la bulangerie, paso por el restaurante donde la noche anterior cenamos las mejores crepes que nunca habíamos probado. Ahora el puerto mostraba su rostro más tranquilo tras el bullicio del día anterior. Los turistas han sido sustituidos por parroquianos que desde primera hora compran pescado y marisco en el mercado situada a la misma entrada de los pantalanes. Allí también se encuentra el mercadillo de flores, frutas y verduras.

Tras el desayuno, de compras por la zona. Edu y yo marchamos a la tienda local de US ship, a comprar mosquetones para sustituir el roto el día anterior. Aprovechamos los buenos precios de material náutico que hay siempre en esta zona y nos llevamos más de lo que necesitamos. Nos vamos sorprendidos de la cantidad de gente en la tienda. Más que una tienda náutica, parecía un supermercado a primeros de mes.
A media mañana nuevamente nos dividimos. Ahora es el turno de los chicos. Partimos de la Trinite, Edu, Clemond, Pancho y yo. El día es perfecto, soleado, calor, y un viento como siempre, de unos 10 a 14 nudos que nos lleva de un delicioso través directo a PH.
Tras poco más de 2 horas, las cuales nos han sabido a muy poco, llegamos a puerto.
Una vez allí, tenemos la suerte de que nos instalan en dos excelentes plazas contiguas. El pueblo no es bonito, lo único destacable las excelentes instalaciones del puerto. Al otro lado de la península de Quiberon, en las largas playas de lo que llaman aquí la parte salvaje, docenas de kites.

Más tarde llegan las chicas, y animados por el sol y la excelente temperatura nos disponemos a preparar unas paellas y de paso dar una buena bienvenida a la familia Varona.

Y así terminamos el día, entre paellas de pantalán y tinto de verano…

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